Centro de Adoracion Nueva Canaán Cartagena

OPORTUNIDADES DEL CONFLICTO

1. ¿Cómo ve generalmente el conflicto? ¿Lo ve como un inconveniente, un peligro o una oportunidad de salirse con la suya? ¿De qué manera su percepción del conflicto afecta a su respuesta al conflicto?

2. ¿Ha pensado alguna vez en el conflicto como una oportunidad? ¿De qué manera afecta esta perspectiva del conflicto a su respuesta al conflicto?

3. ¿Cómo puede glorificar a Dios a través de su conflicto?

4. ¿Cómo puede servir a su familia en medio del conflicto?

5. ¿De qué manera puede crecer más a la semejanza de Cristo a través del conflicto?

El conflicto, no es algo nuevo. Se remonta a un pasado muy lejano: al huerto del Edén. El primer conflicto de la historia, Adán y Eva contra Dios, tuvo graves consecuencias. Lanzó a nuestros padres originales, y a sus hijos, a una vida de conflictos unos con otros. Peor aún, los separó de Dios, con quien, en un principio, habían disfrutado una relación íntima y personal.

Sigue con nosotros hasta el presente y se asoma como un fantasma en nuestra vida diaria, Está en nuestra sangre, por decirlo de alguna manera; está en nuestra naturaleza humana, somos totalmente pecadores.

Es por ello que el conflicto es inevitable, incluso en la vida de los hijos de Dios. Pero Dios no nos ha abandonado en nuestros pecados y conflictos. Debido a su amor por nosotros, envió a su Hijo a la tierra para hacernos libres del pecado y salvarnos de sus consecuencias eternas (Jn. 3:16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.). Jesús pagó por nuestras transgresiones y nos reconcilió con nuestro Padre celestial.

La gracia de Dios ofrece una esperanza a aquellos que están implicados en el conflicto.

El no solo nos dijo que deberíamos hacer la paz uno con otros, sino que, en su misericordia, también nos da instrucciones detalladas sobre cómo resolver los conflictos.

Además, promete guiarnos y sostenernos al poner estos principios en práctica.

EL CONFLICTO BRINDA 3 OPORTUNIDADES

Para un cónyuge que prefiere escapar del conflicto, por lo general, el conflicto no es más que una inconveniencia, algo de lo cual librarse.

Para el que está resuelto a atacar, es la ocasión de obtener una ventaja egoísta.

Pero para un cristiano que quiere resolver el conflicto como un pacificador, el conflicto es mucho más.

A. Es una oportunidad para hacer notar la presencia y el poder de Dios.

Esto es básicamente lo que el apóstol Pablo les dijo a los cristianos conflictivos de Corinto, cuando discutían sobre asuntos religiosos, alimenticios, legales y familiares.

“Si pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo» (1 Co. 10:31-11:1).

Como muestra este pasaje, Pablo veía el conflicto como una oportunidad de glorificar a Dios, servir a otras personas y crecer a la semejanza de Cristo.

Cuando estamos en medio del conflicto, tenemos la oportunidad de dar testimonio de lo que Jesús ha hecho por nosotros, y de reflejar el amor y la bondad de Cristo en nuestra manera de tratar a aquellos que nos ofenden.

B. El conflicto también nos da la oportunidad de servir a nuestro prójimo.

Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, aunque nos decepcione o nos trate mal

(Lc. 6:27-28 ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los falsos profetas. 27 »Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, 28 bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan.). Esto es verdad sobre todo con nuestro cónyuge o nuestros hijos.

Cuando estamos en un conflicto, podemos bendecirlos al llevar sus cargas, darles un ejemplo positivo, confrontarlos de una manera tierna y constructiva y perdonarlos como Dios nos ha perdonado a nosotros (Ef. 4:32 Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.).

C. Una gran oportunidad de fortalecer y pulir nuestro carácter. Es decir, crecer a la semejanza de Cristo.

El conflicto es una de las diversas herramientas que Dios puede usar para hacer que crezcamos a la semejanza de su Hijo.

(Ro. 8:28-29 Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman,[e] los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. 29 Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.).

Ya sea que nos recuerde nuestra debilidad o nos permita practicar el amor y el perdón frente a la provocación y la frustración, el conflicto nos ofrece Una gran oportunidad de fortalecer y pulir nuestro carácter.

Estas tres oportunidades dan lugar a un sistema de resolución de conflictos compuesto por cuatro principios.

CUATRO PRINCIPIOS PARA LA RESOLUCION DE CONFLICTOS

1) Confiar, obedecer e imitar a Cristo para responder al conflicto de manera que agrade a Dios. Glorificar a Dios

  • Fija nuestra mente en cosas buenas. Cuando pensamos en nuestra relación con nuestro Padre de amor, resulta más fácil resistir los impulsos pecaminosos (orgullo, control, amargura, etc.) y responder en amor y obediencia a Dios.
  • Controlamos más nuestras emociones que a menudo pueden ser nuestro peor enemigo-y estamos menos predispuestos a ceder ante ellas.
  • Dependemos menos de los resultados y de la conducta de los demás. Aunque nuestro contrario pueda responder negativamente, o ni siquiera responda a nuestros esfuerzos de pacificación, podemos estar contentos y en paz al saber que confiamos y obedecemos a Dios, de manera que podemos perseverar hasta en medio de las circunstancias más difíciles.

La pregunta esencial durante cualquier clase de conflicto:

¿Cómo puedo agradar y honrar a Dios en medio de esta situación?

Este fue el principal pensamiento en la mente de Jesús durante su ministerio terrenal (Jn. 5:30; 8:29), y debería ser el nuestro también, especialmente cuando tenemos algún conflicto.

Jn. 5: 30 Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo solo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad, sino cumplir la voluntad del que me envió.

Jn. 8:29 El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada.

2) Examinar y confesar nuestros propios errores en la situación: Sacar la viga de nuestro propio ojo

Raras veces, somos completamente inocentes en cualquiera de nuestros conflictos. Por lo tanto, lo segundo que debemos hacer, es enfocarnos en nosotros mismos; no para justificar nuestras acciones o desarrollar un plan para «ganar» el conflicto, sino para examinar y confesar nuestros propios errores en la situación. Esta no es una respuesta natural al conflicto.

Generalmente, atacamos al otro y nos enfocamos en sus errores. Pero Jesús nos ordena tener un enfoque radicalmente diferente.

En Mateo 7:5, Él dice: «Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano».

BENEFICIOS:

  • Dios en su misericordia nos ayudará a reconocer nuestra debilidad y nos alentará a depender más de su gracia, sabiduría y poder.
  • Acelera la resolución de un conflicto.
  • Si nosotros hemos originado el conflicto, podemos hacer mucho para resolverlo si tan solo confesamos nuestro rol y pedimos perdón.
  • La persona se hará cargo de su parte en el conflicto, cuando asumimos la responsabilidad de lo que hemos hecho.
  • Tiene un efecto calmante en nuestro agresor. Podría alentar a nuestro agresor a escucharnos mas e incluso seguir nuestro ejemplo y hacerse cargo de su propia contribución al problema.

LAS VIGAS (3)

Son básicamente de tres tipos que necesitamos confesar (otras versiones de la Biblia las denominan «troncos»)

La primera viga está compuesta por nuestras palabras. Entre ellas hay palabras hirientes que decimos sin pensar, que avivan el conflicto en vez de apagarlo; sarcasmo, que tiene la intención de herir a otros; quejas o lamentos, que irritan o deprimen a nuestro cónyuge; mentiras o exageraciones de la verdad, que afirman nuestra posición; y murmuración.

La segunda viga son Nuestras acciones también cumplen una función en la acentuación del conflicto. Aquí se incluyen pecados de comisión u omisión: pereza o negligencia con respecto a nuestras responsabilidades como cónyuge, incumplimiento de los compromisos, desatención de los buenos consejos o falta de misericordia y perdón.

La tercera viga tiene que ver con actitudes y motivaciones, especialmente aquellas que son críticas, negativas, egoístas o hipersensibles, las cuales muchas veces avivan las llamas del conflicto.

3) Hablar con nuestro hermano y mostrarle su falta

La verdad que confrontar a nuestro hermano acerca de su pecado de forma amable y constructiva, nos da la oportunidad de servir de diversas maneras.

  • En primer lugar, en ocasiones, Dios puede usarnos para ayudar a nuestro cónyuge a encontrar una mejor manera de resolver un problema.
  • Antes de confrontar a los demás, siempre deberíamos considerar pasar por alto la ofensa

(Pr. 19:11 El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa.).

La mayoría de los conflictos potenciales podrían sofocarse antes de encenderse, si tan solo cubriéramos una ofensa con amor y la dejáramos pasar (1 P. 4:8 Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.).

Si no ha deshonrado gravemente a Dios, no ha causado un daño permanente a una relación, no ha herido a otras personas y no está lastimando al propio ofensor.

Si una ofensa no cumple estos requisitos, entonces es demasiado seria para pasarla por alto, y se le debe hacer frente.

Una adecuada confrontación implica hablar sólo de manera constructiva.

  • Las palabras son armas extremadamente poderosas, y nuestra manera de usarlas podría favorecer o desbaratar cualquier intento de resolver un conflicto.
  • Una buena predisposición para escuchar también es clave, tanto para entender el problema a un nivel práctico, como para comunicar características positivas a su pareja, tales como humildad, sinceridad y verdadero amor y preocupación.
  • Clave para una confrontación eficaz implica planificar el encuentro entre usted y su cónyuge; es decir, los factores logísticos para el enfrentamiento cara a cara real.

4) Reconciliarnos

Dios nos ha perdonado nuestros pecados, a un precio más que incalculable.

¿Y cómo reaccionamos nosotros, sus hijos, a tanta gracia inmerecida? A menudo nos cuesta perdonar a otros, incluso a aquellos que decimos que amamos. Expresamos nuestro perdón con palabras tan evasivas como: «Sí, te perdono, pero no quiero volverá estar cerca de ti” o por esta vez, te perdono».

¡Gloria a Dios que El no tuvo esa actitud hacia nosotros!

Dios dejó en claro en su Palabra que hay una directa correlación entre su perdón por nosotros y nuestro perdón por aquellos que nos ofenden.

Jesús lo explica claramente en el Padrenuestro

(Mt. 6:12 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.)

La parábola del siervo infiel

(Mt. 18:23-35 23 »Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro.[g] 25 Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. 26 El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo”. 27 El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad.

28 »Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata.[h] Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. 29 Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré”. 30 Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. 31 Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. 32 Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. 33 ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” 34 Y, enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.

35 »Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano».

Véase también Col. 3:13 de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes…

Pero el perdón no es un concepto impreciso y sentimental.

No es un sentimiento.

Tampoco es olvidar; Dios no olvida nuestros pecados de un modo pasivo; sino que, de un modo activo, decide no recordarlos.

Perdonar tampoco es excusar; el mismo hecho de que el perdón sea necesario indica que alguien hizo algo malo e inexcusable.

Y, desde luego, el perdón no ofrece una remisión temporal, solo para guardar un registro del pecado en nuestra memoria y luego recurrir a esa información cuando la necesitemos más tarde.

Antes bien, el perdón es un acto de la voluntad, una decisión consciente de perdonar totalmente y sin reservas a nuestro ofensor.

Es derribar la muralla que se ha levantado entre nosotros y se abre el paso a una relación rejuvenecida.

Hacemos libres a nuestro esposo, esposa, hijo o hija, de la pena de estar separados de nosotros.

Aquí hay cuatro promesas concretas que debemos hacer para perdonar verdaderamente:

– No volveré a pensar en este incidente.

– No volveré a mencionar este incidente ni a usarlo en tu contra.

– No hablaré de este incidente con otros.

– No permitiré que este incidente interfiera entre nosotros o estorbe nuestra relación personal.

¿Qué pasaría si Esteban y Julia, nuestra pareja prototipo, usara esta metodología frente al conflicto?

En vez de buscar la manera de escapar del conflicto o demostrar que él tiene razón y que Julia está equivocada, Esteban buscaría la manera de honrar a Dios y servir a su esposa. El asumiría la responsabilidad de su contribución al conflicto, y comunicaría su preocupación por las actitudes de Julia de una manera amable y constructiva.

De modo similar, en vez de tratar de forzar a Esteban a cambiar mediante una dura confrontación, Julia confiaría en Dios como el principal agente de cambio de su esposo. Ella le pediría a Dios que le ayudara a cambiar la manera de reaccionar con su esposo, y le transmitiría a Esteban su preocupación acerca de las prioridades de él de un modo más delicado y amable. Y ambos, Julia y Esteban, se deleitarían en la oportunidad de perdonarse uno al otro de forma que honre a Dios y brinde un modelo para que sus hijos tengan la bendición de imitarlo en sus propios matrimonios.

Si ambos buscan la manera de glorificar a Dios, servirse uno al otro y crecer más a la semejanza de Cristo, seguramente encontrarán soluciones más rápidas y más agradables a sus diferencias. Además, experimentarán una confianza e intimidad creciente en su relación. Sobre todo, tendrán la paz y el gozo que viene de entregarse a Dios y permitirle demostrar su maravillosa gracia a través de sus vidas, incluso en medio del conflicto.

EVALUACIÓN PERSONAL

1. ¿Cómo ve generalmente el conflicto? ¿Lo ve como un inconveniente, un peligro o una oportunidad de salirse con la suya? ¿De qué manera su percepción del conflicto afecta a su respuesta al conflicto?

2. ¿Ha pensado alguna vez en el conflicto como una oportunidad? ¿De qué manera afecta esta perspectiva del conflicto a su respuesta al conflicto?

3. ¿Cómo puede glorificar a Dios a través de su conflicto?

4. ¿Cómo puede servir a su familia en medio del conflicto?

5. ¿De qué manera puede crecer más a la semejanza de Cristo a través del conflicto?

Ps. Nidia Monterrosa V.

Tomado del libro: Paz en la Familia. Una guía bíblica para manejar los conflictos en su hogar. Ken Sande con Tom Raabe.

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