Centro de Adoracion Nueva Canaán Cartagena

Terminar bien

La Intercesión enfocándose  en el carácter de Dios 

2 crónicas 20

Para terminar bien, fijando la atención en el carácter de Dios 

La profundidad de nuestra intercesión está relacionada con la profundidad de nuestra comprensión de Dios y su carácter.  Mientras meditamos en los títulos y atributos de Dios, podemos entender lo que Él desea hacer.  Luego nuestras oraciones están basadas principalmente en quién es Dios, y no en lo que vemos como necesidades humanas.

Observemos cómo el carácter de Dios influenció la oración de Jesús en  Lucas 11.  Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, Él sencillamente oró.  Su oración no comenzó con las necesidades de las personas, sino fijando la atención en Dios como Padre.

El título Padre nos habla mucho sobre el carácter de Dios.  Revela que Él se preocupa y se responsabiliza por nosotros.  Como nuestro Padre, Él desea lo mejor para nosotros y nos ama tanto, que nos disciplina para nuestro bien.  Él puede ser alcanzado y está involucrado en todos los aspectos de nuestras vidas.

Sin duda alguna Jesús meditó mucho en el concepto de que Dios es nuestro Padre.  En Lucas 11:2-4, Él crea una oración completa en torno a la paternidad de Dios.  Esta oración no responde la pregunta:  “¿Qué necesitan las personas?” En cambio responde:  “¿Qué quiere hacer nuestro misericordioso Padre celestial?”.

Las tres peticiones en esta oración se entienden mejor cuando nos damos cuenta de lo que un padre misericordioso quiere para sus hijos:

  • Jesús ora para que sus hijos tengan provisión adecuada:  El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.  
  • Para que sus hijos vivan juntos en armonía:  perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben 
  • Para que sus hijos estén protegidos del mal y del peligro: …Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal   (Lc. 11:3-4).   

Históricamente los grandes intercesores conocían bien a Dios, y la principal influencia en sus oraciones era lo que veían y conocían de Él.  Isaías vio la santidad de nuestro Señor, y exclamó: …¡Ay de mí!  que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos (Is.6:5).  En ese momento, Isaías estaba preparado, ante los ojos de Dios, para responder a su llamado.

Jesús se dirige a Dios como Padre, y luego desarrolla su oración en forma consistente en torno a ese título. 

Nehemías se dirige a Dios como fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos… (Neh. 1:5).  Su oración está creada en torno a este concepto de Dios.

El Dios que nosotros los cristianos adoramos tiene un nombre:  Jehová.  Ese nombre se deriva de aquel que es:  Yo soy, aquel que está siempre presente y en todas partes.  Dios también tiene muchos títulos, todos derivados de lo que       Él hace:  Creador, proveedor, santo, Señor.  Además, las Escrituras registran muchos de los atributos de Dios tales como:  Justo, misericordioso, amoroso, recto, poderoso y sabio.

Una de las mejores formas de darle honra a Dios es observarlo bien, conocerlo bien, saber cuales son sus planes, sus deseos, sus anhelos y luego por fe orar para que sus deseos se realicen en la tierra.  En lugar de usar a Dios para que cumpla nuestros deseos, oremos para que los suyos se hagan en la tierra.

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  • JOSAFAT TERMINÓ BIEN…..LA ORACIÓN DE JOSAFAT:  2 Crónicas 20:5-12

Esta poderosa oración de Josafat, rey de Judá, presenta varios elementos de buena intercesión.  Primero, la intercesión está hecha en el contexto del propósito del rey de preguntar al Señor en cuanto a una amenaza militar seria por parte de los moabitas y los amonitas (versículos 2-4).  

20 Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas[a] le declararon la guerra a Josafat, y alguien fue a informarle: «Del otro lado del Mar Muerto y de Edom[b] viene contra ti una gran multitud. Ahora están en Jazezón Tamar, es decir, en Engadi». Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. Los habitantes de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir juntos la ayuda del Señor.

Él anuncia un ayuno y asambleas de todas las personas de Judá.  En otras palabras, se prepara para la intercesión.

Sus primeras palabras a Dios anuncian la identidad de Él como el Dios en los cielos Jehová, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos…?  Compare esta afirmación con el comienzo del Padrenuestro:  Padre nuestro que estás en los cielos…

Luego Josafat declara dos de los atributos de Dios:  Su fuerza y su poder, y su gobierno de los reinos de las naciones.  Al hacerlo, Josafat construye parte de su argumento sobre el hecho de que Dios es capaz de derrotar al enemigo amenazante.  Hasta da un ejemplo de la forma como Dios mostró su poder en el pasado, y sigue usando tal ejemplo para recordarle su promesa de salvarlos cuando le clamaran por ayuda.

En el templo del Señor, frente al atrio nuevo, Josafat se puso de pie ante la asamblea de Judá y de Jerusalén, y dijo:

«Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo, y el que gobierna a todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! ¿No fuiste tú, Dios nuestro, quien a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? Ellos la habitaron y construyeron un santuario en tu honor, diciendo: “Cuando nos sobrevenga una calamidad, o un castigo por medio de la espada, o la peste o el hambre, si nos congregamos ante ti, en este templo donde habitas, y clamamos a ti en medio de nuestra aflicción, tú nos escucharás y nos salvarás”.

Este recordatorio a Dios lleva a Josafat a la otra parte de su argumento, el cual está basado en otro atributo de Dios:  Su justicia.  Josafat le anuncia a Dios que las mismas naciones que Él les prohibió a los israelitas invadir, están tratando ahora de sacarlos de la heredad que tú nos diste en posesión.  Él apela tanto a la justicia de Dios como a su promesa.

10 »Cuando Israel salió de Egipto, tú no le permitiste que invadiera a los amonitas, ni a los moabitas ni a los del monte de Seír, sino que lo enviaste por otro camino para que no destruyera a esas naciones. 11 ¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia! 12 Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!»

Josafat ha establecido su argumento, que en resumen es:  Dios, tú eres capaz de derrotar al enemigo (tú tienes el poder), y Dios, deberías derrotar al enemigo (tú eres justo).  Entonces Josafat está listo para presentar su petición: ¡Oh, Dios nuestro!  ¿no los juzgarás tú?

La afirmación final es quizá muy agradable a Dios.   Primero, Josafat afirma la dependencia total de las personas en Dios, quienes simplemente no tienen el poder de enfrentar al enemigo.  Segundo, él afirma su confianza en Dios:  No sabemos qué hacer (nuestra dependencia), y a ti volvemos nuestros ojos (nuestra confianza).

¡Qué oración tan maravillosa!  ¡Y es respondida!  Inmediatamente, el Espíritu de Dios les habla a través de Jahaziel y dice: …No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios                 (2 Cr. 20:15).  

15 Y dijo Jahaziel: «Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así dice el Señor: “No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes, sino mía. 16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes saldrán contra ellos y los encontrarán junto al arroyo, frente al desierto de Jeruel. 17 Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla. Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el Señor les dará. ¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se acobarden! Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor, estaré con ustedes”».

Dios entonces les da instrucciones para la batalla.  Josafat y el pueblo se inclinaron y adoraron a Dios, y en fe le obedecieron marchando contra el enemigo.  Allí ellos encontraron que Él  había hecho que el enemigo se destruyera entre sí.  Entonces, Dios no sólo responde la oración de derrotar al enemigo, sino que les da un botín abundante de aquél.

18 Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y adoraron al Señor, 19 y los levitas de los hijos de Coat y de Coré se pusieron de pie para alabar al Señor a voz en cuello.

20 Al día siguiente, madrugaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras avanzaban, Josafat se detuvo y dijo: «Habitantes de Judá y de Jerusalén, escúchenme: ¡Confíen en el Señor, y serán librados! ¡Confíen en sus profetas, y tendrán éxito!»

21 Después de consultar con el pueblo, Josafat designó a los que irían al frente del ejército para cantar al Señor y alabar el esplendor de su santidad[c] con el cántico: «Den gracias al Señor; su gran amor perdura para siempre».

22 Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el Señor puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte de Seír que habían venido contra Judá, y los derrotó. 23 De hecho, los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de los montes de Seír y los mataron hasta aniquilarlos. Luego de exterminar a los habitantes de Seír, ellos mismos se atacaron y se mataron unos a otros.

24 Cuando los hombres de Judá llegaron a la torre del desierto para ver el gran ejército enemigo, no vieron sino los cadáveres que yacían en tierra. ¡Ninguno había escapado con vida! 25 Entonces Josafat y su gente fueron para apoderarse del botín, y entre los cadáveres encontraron muchas riquezas, vestidos y joyas preciosas. Cada uno se apoderó de todo lo que quiso, hasta más no poder. Era tanto el botín que tardaron tres días en recogerlo. 26 El cuarto día se congregaron en el valle de Beracá, y alabaron al Señor; por eso llamaron a ese lugar el valle de Beracá,[d] nombre con el que hasta hoy se le conoce.

27 Más tarde, todos los de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron a Jerusalén llenos de gozo porque el Señor los había librado de sus enemigos. 28 Al llegar, entraron en el templo del Señor al son de arpas, liras y trompetas.

29 Al oír las naciones de la tierra cómo el Señor había peleado contra los enemigos de Israel, el temor de Dios se apoderó de ellas. 30 Por lo tanto, el reinado de Josafat disfrutó de tranquilidad, y Dios le dio paz por todas partes. 

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2 comentarios en “Terminar bien”

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